miércoles, 14 de octubre de 2009

CUENTO HUMANISTA

El humano y el “humanista”

Wendy Wong

Un humano estaba sentado sobre su sombra, apoyándose en su propia espalda, pensando en el tiempo ahogado por el calor del día, pero… pero… SONREÍA. Siempre pasaban por su lado “humanistas” enternados que lo miraban y se compadecían de él, a veces le tiraban una que otra monedita para que tuviera un pan qué comer; un día, uno de ellos, el menos enternado de todos los humanistas, se detuvo frente al humano, lo miró por largo rato y le preguntó:

¿Qué se siente ser humano?
Se siente muy bien, solo que…
¿Sólo que qué? ¿Hay algún problema?
Claro, todo tiene siempre que tener un problema.
¿Cuál?
Los “humanistas”
¿Nosotros?
Sí, ustedes, sé que en otro tiempo fueron humanos, pero luego se olvidaron que lo eran y entonces se volvieron “humanistas” y nos tratan como seres necesitados de ayuda, somos los pobrecitos a los que deben darle lo que les sobra, los bárbaros que deben ser educados en sus conocimientos establecidos, ustedes son el problema. Dígame ¿Por qué no se ayudan a sí mismos y dejan de darnos tanta lata queriendo ayudarnos?
¿Darles tanta lata? – pregunto impactado el humanista y el humano agregó
Por supuesto, con tanto camino fácil, no nos dejan crecer por nuestra propia cuenta, si ustedes pudieron superarse por su propia entrega, qué les hace pensar que el resto no pueda, si todo conocimiento escrito en los libros partió de cosas que vivieron y experimentos que realizaron y pensaron antes.
No sabía que le habíamos causado tantas molestias.
Eso es obvio, ustedes siempre se la pasan hablando de nosotros y de lo que deben hacer con nosotros, pero nunca se dan una vuelta por nuestros lares para hablarnos, es increíble, pero nos ayudarían más tratándonos como iguales. ¿Le puedo pedir algo?
Claro, lo que quiera.
Vuelva aquí alguna otra vez y siéntese conmigo.
¿Aquí? ¿A la intemperie? ¿Y mi saco? ¿No se ensuciará mi saco?
¿Y qué importa si se ensucia, acaso no puede lavarlo?
Pero el calor
Pues entonces se saca el saco
¿Y dejar que me vean así?
¿Y por qué no?
¿No lo sé, qué me dirán mis otros amigos?
Ellos ni siquiera notarán que se trata de usted, créame, ellos se creen tan de arriba que no se atreven a ver bien a los que estamos aquí abajo. – Y el humanista meditó un momento, se sacó el saco que llevaba y se sentó al lado del hombre, jamás se volvió a poner el saco.

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